Casi recién publicado por Garaje
Ediciones, en la colección diseñada por nuestro querido Alejandro Pacheco, al
que siempre recordaremos, es un libro de poesía muy especial; para arrancar cuenta
con un prólogo, nada más y nada menos, que de Bernardo Fuster.
En el poema Previas, escrito por su heterónimo, Betulia Rotten, nos ratifica el título del libro o, tal vez, sea al
contrario, y haya sido el que le ha inspirado el título. De cualquier modo, en prosa
poética, tira de la manta y descubre la crudeza de la paz: “la paz es una
guerra escondida… es la industria más próspera de armamento”. No cabe añadir ni
una coma. Es así.
Avanzamos
leyendo y nos encontramos con Muertes no
contabilizadas, que muy bien puede estar dedicado a los muertos habidos,
por pistolas policiales, en la época de la Transición.
…Nada más peligroso
que el afán vigilante
de las armas reglamentarias
y la obediencia al ministerio.
Muerte paseada
Dolor repartido.
Deber cumplido.
Sin prisas
es un poema influido por su experiencia,
de primera mano, del mundo que le rodea, aunque en realidad todos los del libro
lo son, pero es en éste donde consigue expresar sus vivencias con una gran llaneza:
Habito, me dijo,
Un minúsculo apartamento
Lo justo para vivir.
Cuando llegas, añadió,
El primer paso que das dentro
es el primero
que te conduce a la salida.
Es la sensación que tuve,
le respondí,
nada más nacer.
Magnífico
Gracias, culpables. Nosotros, los
dignos, los decentes, los morales, los cabales, los intachables estamos
separados por un muro ficticio o real de los viles, alevosos, villanos, delincuentes
y amorales, que me recuerda al famoso retrato, que de Sao Paulo, hizo el
fotoperiodista brasileño Tuca Vieira, donde reflejaba el abismo de los
poseedores y los desposeídos, separados por un muro: a un lado, el color gris
de los tejados de uralita de las favelas; al otro, los campos de tenis,
piscinas y edificios perfectamente enlucidos y acabados.
…Tan satisfecho me siento que no tengo
inconveniente
(que no se diga)
en darles las gracias:
Gracias, culpables.
Os debemos tanto.
Si
El tendedero considerado como bandera nos
desvela cual es el símbolo auténtico de la patria, (“vestuario laboral de la
familia”), en No los suficientes, un
poema bellísimo con sabias figuras retóricas, nos indica cómo se hace y se
destruye una patria:
Fuimos muchos, pero no los
suficientes.
Nos vimos unidos, pero no lo
suficiente.
Tuvimos armas, pero no las
suficientes.
Terminamos derrotados, pero no lo
suficiente.
Seguimos adelante, pero no lo
suficiente.
Volvimos a ser muchos, pero no los
suficientes.
Salimos a la calle, pero no los
suficientes.
Hicimos huelgas, pero no las
suficientes.
Paramos 24 horas y no fueron
suficientes para un año que tiene 8.760.
Algunos fueron gobierno progre, pero
no lo suficiente.
Por fin un día, no me pregunten cuál,
fuimos suficientes.
Pero los jefes nos enviaron un mensaje
trascendental: “no es el momento”.
Nos deshicimos de algunos jefes, pero no de los suficientes.
En “Prometo no estar”, último
del poema, se ocupa de su paso por la vida, aunque no le preocupa en exceso:
Mi huella será
como la huella que deja la mano
cuando atraviesa el aire.
Esa sublime comparación será pura y limpia literatura en el futuro
porque tu huella, Manuel, dejará huella.
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