lunes, 15 de agosto de 2022

El lápiz de plata de Madame Chauchat, de Ángeles García-Fresneda

 



Conocí a la autora hace muchísimos años, cuando adolescentes aún, paseábamos nuestras faldas tableadas azul marino y camisas blancas por los pasillos de un colegio religioso en una ciudad, Baza, de la que ni ella ni yo éramos oriundas.

Allí, alejadas de los padres y sus ambientes campestres, con todo lo que implicaba entonces el ambiente rural, como ausencia de libros y relaciones sociales, pues tanto ella como yo, vivíamos en cortijos aislados de nuestros respectivos pueblos, Castril y Cúllar; allí, digo, entre monjas mojigatas, un cura pedófilo que nos enseñaba Latín y Griego, rezos diarios antes de entrar a clase, misas obligatorias y salves a la Virgen Niña, allí, nos germinó la esencia de la literatura y no porque tuviéramos profesores especialmente preparados, todo lo contrario, sino porque ese colegio poseía una pequeña biblioteca y el universo de las palabras escritas nos estaba aguardando.

Después, las diferentes carreras, vivencias y carreteras nos condujeron por caminos separados y, a los cuarenta y pico años, en 2007, nos reencontramos en Málaga —ya mi tierra—, en la presentación de un libro a la que había ido Ángeles desde Almuñécar, su ciudad entonces. Es curioso, pero en las charlas con vinos posteriores al evento, descubrimos rutas paralelas y discernimientos coincidentes.

            Su novela epistolar, La fómula, la leí de inmediato. Me impresionó. Magníficamente documentada y mejor escrita.

            Ha tardado algún tiempo para que podamos leer la segunda, El lápiz de plata de Madame Chauchat. Ella dice que no habrá una tercera, aunque veremos a ver. Publicada por Elenvés Editoras, en la Colección Bernal Narrativa, bajo la dirección de Pepa Merlo, es pura literatura sin ambages ni retóricas ni afectación de prosopopeyas. No deja de ser, en el fondo, un homenaje a La montaña mágica de Thomas Mann, pero hay más.

            Es una distopía relatada en dos partes, (“Todo ocurrió en poco tiempo” y “El viaje de regreso de Legerbinga”), un epílogo y una coda que es su cuaderno de bitácoras. Con ese cuaderno nos guía por las maniobras, influencias y utilidades artísticas de casi todos los géneros, con buenas dosis de ironía, en el proceso muy premeditado de narrar una historia científica que ocurre en lejanos años futuros.

En lo que llama  la Edad Tercera de las Cosas hay habitantes en otros planetas y galaxias que se comunican por neuroprótesis, pero son “seres con vida pero sin existencia”, es decir, sin sentimientos ni sueños ni ambiciones.



Es la masacre medioambiental en la Tierra  —de la que todos somos responsables y causantes—  el impulso que le ha inspirado: “…no sobrevino el fin por el fuego —caviló Tuu37 con la mirada sobre unas imágenes de Blad Raner sino por el hielo que llegó imperceptible al inicio y fue tomando posesión del planeta a lo largo de los siglos: las cuatro estaciones se redujeron de forma gradual a dos y, con idéntico sigilo, a una sola, el invierno”. Otra frase: “Legerbinga tampoco está dormida…piensa en los genocidios que se archivan en el emisor-receptor de datos del triste Tuu23 y los sitúa en el tiempo y en el espacio, en la geografía de los poblados, las ciudades, los reinos y los estados; ordena las sucesivas matanzas de grupos humanos, que fue una constante desde los inicios de la historia, y en todos encuentra una razón económica oculta bajo el odio racial o religioso”. Siempre la sinrazón económica.



Ella, la autora, Ángeles García-Fresneda, es el estandarte de la asociación “Salvemos el Altiplano” que lucha a voz en grito contra las atrocidades y corrupciones de muchos políticos, periodistas y empresarios en torno a las macrogranjas de cerdos y cultivos intensivos en el norte de Granada. Si no hay respeto por la Naturaleza no lo habrá para nosotros mismos.

 


 


domingo, 7 de agosto de 2022

La paz es la excepción que confirma la guerra, de Manuel Blanco Chivite


 

Casi recién publicado por Garaje Ediciones, en la colección diseñada por nuestro querido Alejandro Pacheco, al que siempre recordaremos, es un libro de poesía muy especial; para arrancar cuenta con un prólogo, nada más y nada menos, que de Bernardo Fuster.

En el poema Previas, escrito por su heterónimo, Betulia Rotten, nos ratifica  el título del libro o, tal vez, sea al contrario, y haya sido el que le ha inspirado el título. De cualquier modo, en prosa poética, tira de la manta y descubre la crudeza de la paz: “la paz es una guerra escondida… es la industria más próspera de armamento”. No cabe añadir ni una coma. Es así.

Avanzamos leyendo y nos encontramos con Muertes no contabilizadas, que muy bien puede estar dedicado a los muertos habidos, por pistolas policiales, en la época de la Transición.

…Nada más peligroso

que el afán vigilante

de las armas reglamentarias

y la obediencia al ministerio.

Muerte paseada

Dolor repartido.

Deber cumplido.

 Sin prisas es un poema influido por su experiencia, de primera mano, del mundo que le rodea, aunque en realidad todos los del libro lo son, pero es en éste donde consigue expresar sus vivencias con una gran llaneza:

Habito, me dijo,

Un minúsculo apartamento

Lo justo para vivir.

Cuando llegas, añadió,

El primer paso que das dentro

es el primero

que te conduce a la salida.

Es la sensación que tuve,

le respondí,

nada más nacer.

Magnífico Gracias, culpables. Nosotros, los dignos, los decentes, los morales, los cabales, los intachables estamos separados por un muro ficticio o real de los viles, alevosos, villanos, delincuentes y amorales, que me recuerda al famoso retrato, que de Sao Paulo, hizo el fotoperiodista brasileño Tuca Vieira, donde reflejaba el abismo de los poseedores y los desposeídos, separados por un muro: a un lado, el color gris de los tejados de uralita de las favelas; al otro, los campos de tenis, piscinas y edificios perfectamente enlucidos y acabados.

…Tan satisfecho me siento que no tengo inconveniente

(que no se diga)

en darles las gracias:

Gracias, culpables.

Os debemos tanto.



Si El tendedero considerado como bandera nos desvela cual es el símbolo auténtico de la patria, (“vestuario laboral de la familia”), en No los suficientes, un poema bellísimo con sabias figuras retóricas, nos indica cómo se hace y se destruye una patria:

Fuimos muchos, pero no los suficientes.

Nos vimos unidos, pero no lo suficiente.

Tuvimos armas, pero no las suficientes.

Terminamos derrotados, pero no lo suficiente.

Seguimos adelante, pero no lo suficiente.

Volvimos a ser muchos, pero no los suficientes.

Salimos a la calle, pero no los suficientes.

Hicimos huelgas, pero no las suficientes.

Paramos 24 horas y no fueron suficientes para un año que tiene 8.760.

Algunos fueron gobierno progre, pero no lo suficiente.

Por fin un día, no me pregunten cuál, fuimos suficientes.

Pero los jefes nos enviaron un mensaje trascendental: “no es el momento”.

Nos deshicimos de algunos jefes,  pero no de los suficientes.

 

En “Prometo no estar”, último del poema, se ocupa de su paso por la vida, aunque no le preocupa en exceso:

Mi huella será

como la huella que deja la mano

cuando atraviesa el aire.

Esa sublime comparación será pura y limpia literatura en el futuro porque tu huella, Manuel, dejará huella.