jueves, 4 de febrero de 2021

"Amores dudosos, certeras muertes", de Manuel Blanco Chivite

    En Amores dudosos, certeras muertes se tratan poéticamente dos temas ancestrales de la literatura: el amor y la muerte, pero con profusa originalidad y sabiduría. La primera parte, la del amor, que lo disimula bajo el término amoríos, es una sátira de las relaciones afectivas, pero, tal vez no tanto, porque entre tanta ironía y superficialidad deja entrever la importancia de la ternura y la belleza que el amor conlleva y, si no, léase con detenimiento Querido caos o Apasionamientos carnales:

En ese revuelto ciclón

de variadas carnes

llamado sexo

quizás amor

babeo posiblemente.

Toma solo cuando se te ofrezca,

siempre que lo ofrecido te apetezca

en ese preciso día de múltiples avatares.

Y de lo ofrecido,

no lo tomes nunca todo.

No vacíes el plato

Aún menos lo rebañes

No seas ávido de lo que siempre sobra

No te sacies pues perderías

tu capacidad de saborear

en ese desvarío de carnes al peso, al punto, poco hechas o algo pasadas.

Ni seas ni parezcas hambriento en medio de esa enorme carnecería after

para todos los gustos y de todos los precios en todas las monedas,

divisas o sentimientos,

dólares compensatorios o amoríos bienintencionados,

ligues, citas al minuto,

encuentros entre nada y nada,

todo es precio, todo es intercambio desigual, cualquiera sea la moneda,

la emoción, el latido cardíaco, el temblor, los nervios, el juego,

la pasión, la baba y el amorío,

todo se cuantifica, se contabiliza en el mercado carnívoro.

Te quiero y yo a ti más, ¿más?,

eso es más caro, más posesivo, más propiedad,

incluye piscina, plaza de garaje y fidelidad de entrepierna.

Y no tomes si no te ofrecen.

No ofrezcas si no te demandan.

Nunca entregues el pedido completo,

no te quedes sin munición, sin reservas estratégicas,

perderías cada batalla y las guerras del porvenir.

Y de lo ofrecido, no lo tomes nunca todo.

Rechaza el pan de hoy y tendrás carne mañana.

Somos al peso y necesitamos administrarnos.

Para durar el resto de nuestra vida.

Si es que hay resto,

si es que es nuestra,

si es que queda vida.

    En la segunda parte, la muerte, consciente de que el animal humano, como cualquier ser vivo, tiene un final, y más si se ha llegado a ser un viejo animal, es una larga despedida. Manuel Blanco Chivite —con todo mi dolor por ser mi amigo querido—, nos dice adiós aunque quizás tarde años o puede que ni siquiera pueda leer este escrito o, tal vez, yo misma no se lo pueda remitir, si así ocurre él nos dice que “fue un descuido” porque “cada día vivido es como un robo con éxito”. Manuel prepara el viaje para una estancia duradera y desconocida “hasta llegar de nuevo al barro elemental/arrastrado al mar por las lluvias/donde nacerá de nuevo la vida/pero no la nuestra, /pero no la tuya, pero no la mía…/y ni siquiera lo siento”. ¿Se puede describir el punto final de una forma más bella? El poema Proyecto es una auto elegía y  Rodeado de muerte, poema concluyente,  compagina lo cotidiano con lo excepcional, lo elemental con lo esencial, lo transcendente con lo insignificante y el resultado es, como lo es el libro entero, sublime.

 Los muertos idos

 Los muertos se fueron

 y se llevaron consigo

 si no otra cosa,

 su verdad más íntima, la más profunda,

 la que quizás ni ellos mismos, 

 acostumbrados a la comodidad de las mentiras,

 fueron capaces siquiera de vislumbrar, aún menos de dejárnosla.